Lo
propio y lo ajeno
Dice Lázaro Carreter:
“El pequeño drama empazó en España una vez que el idioma estuvo
constituído. Ello ocurre a partir de Renacimiento, es decir, durante la primera
mitad del siglo XVI. Surge entonces una conciencia crítica –por supuesto no
unánime- acerca de lo propio y de lo ajeno en el idioma; da testimonio de ello
Juan de Valdés, el cual, comentando en su ‘Diálogo de la lengua’ la abundancia
de arabismos, asegura que ‘el uso nos ha hecho tener por mejores los (vocablos)
arábigos que los latinos; y de aquí es que decimos antes alhombra que tapete, y azeite que olio’. He aquí, pues, reconocida por Valdés una causa fundamental del neologismo: el tenerlo por
mejor que el término propio sin causa aparente. No olvida, como era de esperar,
la otra causa más palmaria: la necesidad de servirse del término árabe para
‘aquellas cosas que hemos tomado de los moros’, dice, sin tener manera
neolatina de nombrarlas”.
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