sábado, 28 de marzo de 2020



Defectivo y remarcable

Dice Lázaro Carreter:

“He aquí un rubí que ya he oído un par de veces en contextos como el siguiente: ‘El disparo de X es defectivo y sale fuera’. Sí, ‘defectivo’ es lo mismo que ‘defectuoso’, pero mucho más cursi. Imaginemos a un tendero hablando como los locutores, y ofreciéndonos rebajado un cacharro porque es levemente ‘defectivo’.
Y he aquí un pasaje recientemente leído en una revista; el redactor anunciaba con satisfacción una mejora de TVE: el retorno de ‘Los libros’, serie, decía ‘que tan remarcable aceptación obtuviera hace ahora dos años’. ¿Qué es ‘remarcable’ sino un galicismo traído a empujones, viejo merodeador por nuestra lengua, innecesario a todas luces porque ya tenemos ‘notable’?”

Responsabilidad civil de daños por productos defectuosos -

lunes, 23 de marzo de 2020


Vulgarismos,tics callejeros y clichés no respetables

Dice Lázaro Carreter:

“El profesor de español ha de estar muy persuadido de la bondad de su causa para que el desaliento no le paralice (para exigir por ejemplo una ortografía cuidadosa) y para poder transmitir a los escolares su propia convicción. El idioma de éstos, rudimentario, mezcla informe de vulgarismos, tics callejeros y clichés, no es respetable. Pero debe ser respetado (puesto que es inculpable) para montar sobre él, estratégicamente, su enriquecimiento. De algún modo deben convencerse los alumnos de que su estado lingüístico, si no salen de él, los frenará social y profesionalmente (también cívica y políticamente). Y de que el profesor, decidiéndose a no intervenir, consagraría una injusticia; porque siempre habrá muchachos, allí o en otros centros, que posean mejores instrumentos de pensamiento y expresión, adquiridos en el medio cultural del que proceden.”

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miércoles, 18 de marzo de 2020


El Diccionario académico

Dice Lázaro Carreter:

“El Diccionario académico no es perfecto, le faltan palabras y acepciones a causa de descuidos que la Institución procura subsanar continuamente , y le sobran abundantes entradas léxicas. La base de dicho Diccionario sigue siendo el diciochesco de ‘Autoridades’, cuando sólo el habla de la metrópoli era tomada en consideración. Entraron entonces múltiples regionalismos y localismos y si no se recogieron más es porque faltó diligencia a los académicos encargados de hacerlo. Esta tónica prosiguió y el venerable libro aparece hoy cuajado de sorianismos, murcianismos o leonesismos. Al amparo de este criterio, los americanos han pedido, como es natural, el registro de muchas formas nacionales, e incluso locales. Es este un problema sobre el que la Academia debería adoptar un criterio firme, probablemente en el sentido de limitar la estancia en su vocabulario a las palabras que, efectivamente, constituyen el patrimonio común o, por lo menos, el de amplias zonas del territorio idiomático, español o americano.”

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viernes, 13 de marzo de 2020


Pactar una unidad básica

Dice Lázaro Carreter:

“Tal vez porque algunos académicos hayan empleado tal estilo, ‘academicismo’ se ha hecho, en ciertas opiniones, sinónimo de ‘académico’ con grave error. Puede asegurarse, por otra parte, que ha habido siempre más relamidos academicistas entre los aspirantes a académicos que entre quienes lo son. La realidad es que la Academia no posee un modelo propio de lengua –menos ahora que nunca- y que su misión de hoy suele ser muy mal comprendida. La Academia no puede aspirar a imponer modos de hablar ni de escribir. Primero porque los idiomas no se construyen en los laboratorios, sino en la sociedad que los emplea. Después, porque España no es dueña de la lengua española: ni siquiera es ya la nación en que esa lengua cuenta con mayor número de hablantes: México nos supera. De ese modo, sus funciones reguladoras se supeditan a la de negociar, pactar en pie de igualdad con los demás países el condominio, una ‘unidad básica’ que garantice, porque es social, cultural y hasta económicamente necesaria, la perduración de un sistema lingüístico común.”

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sábado, 7 de marzo de 2020


¿Academicismo o espontaneidad?

Dice Lázaro Carreter:

Muchos pedagogos, están en contra de enseñar a sus alumnos una lengua estrictamente académica y a favor de la simplicidad y espontaneidad, considerando profanación cualquier deseo de alterarla. Creo que la tarea de los profesores consiste justamente en modelar e incluso domar aquella espontaneidad, la cual en un número grande de casos, no es tan espontánea como se cree: su principal componente es imitativo; el espíritu de los muchachos se configura en buena parte como receptáculo de influjos ajenos (familia, amigos, cine, televisión...) no siempre cultural y lingüísticamente respetables. ¿Será censurable el profesor que reclame su parte de influjo en las mentes de unos jóvenes ciudadanos que la sociedad le ha confiado para que los eduque? Me parece que a todo cuerpo docente nos está agarrotando una suerte de temor ante el tabú de la no injerencia en la personalidad del alumno. De la beligerancia absoluta de un antaño próximo con que se le impedía respirar, hemos pasado al cruce de manos, al miedo a intervenir aunque sea poco, para librarnos de dictados, que revolotean hoy, en este retablo de las maravillas, sobre quien no dice que el rey viste de oro, aunque lo vea desnudo.”

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lunes, 2 de marzo de 2020


 Si me confesara que la enervo...

Dice Lázaro Carreter:

“Ante muchas palabras, pierde uno tierra y se encuentra como en un estado de ingravidez, sin saber hacia dónde echar los pies y aun sin poder echarlos. A mí me ocurre con el verbo ‘enervar’: si una dama me confesara que la enervo, no sabría si engramear la testa o abatirla como pollo abatido. Porque en puro castellano, el de siempre, eso significa que la dejo sin fuerzas, desfallecida y sujeta a mi albedrío. Pero en el castellano (?) de hoy querría decir que la irrito, la crispo y la impaciento hasta el punto de desear mi aniquilación. Este significado de ‘enervar’ con el sentido de ‘irritar’ lo hemos recogido del francés ‘énerver’ y hacía tanta falta en nuestro idioma como pan en eucaristía (según la moderna parla clerical).”

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