Dice Lázaro Carreter:
“Juan de Valdés (Siglo XVI) en su ‘Diálogo de la Lengua’ enumera
algunos vocablos italianos que el castllano debería adoptar como facilitar, fantasía, aspirar a algo, entretejer o menejar,por lo cual sufre
el reproche de otro de los coloquiantes, Coroliano, precoz purista: ‘No me
place que seáis tan liberal en acrecentar vocablos en vuestra lengua, myormente
si os podéis pasar sin ellos, como se han pasado vuestros antepasados hasta
ahora’. Otro tertuliano, Torres, interviene con decisión: cuando unos vocablos
ilustran y enriquecen la lengua, aunque algunos se le hagan ‘durillos’, dice, dará su voto favorable
y, ‘usándolos mucho’, prosigue, ‘los
ablandaré’. Un cuarto personaje, Marcio, toma la palabra: ‘el negocio está
en saber si querríades introducir estos por ornamento de la lengua o por
necesidad que tenga de ellos’. A lo que Juan de Valdés contesta
resolutivamente: ‘Por lo uno y por lo otro’.
He aquí pues planteado ya el problema a la altura de 1535, bien
manifiestas las actitudes fundamentales en torno al neologismo, que habrán de
ser constantes con el correr de los siglos hasta hoy.”
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