Dice Lázaro
Carreter:
“Ante muchas
palabras, pierde uno tierra y se encuentra como en un estado de ingravidez, sin
saber hacia dónde echar los pies y aun sin poder echarlos. A mí me ocurre con
el verbo ‘enervar’: si una dama me
confesara que la enervo, no sabría si engramear la testa o abatirla como pollo
abatido. Porque en puro castellano, el de siempre, eso significa que la dejo
sin fuerzas, desfallecida y sujeta a mi albedrío. Pero en el castellano (?) de
hoy querría decir que la irrito, la crispo y la impaciento hasta el punto de
desear mi aniquilación. Este significado de ‘enervar’
con el sentido de ‘irritar’ lo hemos
recogido del francés ‘énerver’ y
hacía tanta falta en nuestro idioma como pan en eucaristía (según la moderna
parla clerical).”
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